Una vez más recibo una de esas singulares misivas en formato mensaje electrónico que me instan a la rebelión y la insurrección y me explican cual es el origen de todos mis males. En esta ocasión resumen todas mis penurias en una supuesta hipoteca que como ciudadana catalana pago mensualmente por mantener España, dos cientos leuros dice el email , cargado hasta las trancas de populismo y demagogia me asegura entrelineas que la solución sin duda alguna es la dación en pago de la nación espaÑola, a devolver la casa y ahí queda todo. Que se la quede el banco o en su defecto el Bundesbank que finalmente parece ser quien tiene la llave.
Parafraseando un artículo de Antonio González, “El término griego “hipoteca” (*hypotheke*) significaba originariamente una sugerencia, un consejo, y también una advertencia. De ahí pasó a significar la propiedad que se da como garantía del pago de un crédito. En castellano, “hipotecar” tiene el sentido de poner algo en peligro con nuestras acciones. Se puede hipotecar nuestra libertad. Y se puede hipotecar un país entero”.
Poder se puede, que duda cabe, pero ¿De que hipoteca estamos hablando en este caso?.
Una sociedad donde se prioriza realizar recortes en sanidad y educación pero donde la elite política tampoco tiene la menor intención de hacerse a sí misma ningún “ajuste” voluntario.
Perdido por completo el control democrático de los políticos, ya nada nos queda más que solicitar la dación en pago total.
Y lo devolvemos todo, por mi devolvemos todas las casas y sus malditas banderas enquilosadas y obscenas.
Lo devolvemos todo y volvemos al principio, al principio de los principios, desnudos y sin nada reiniciamos el equipo.
Aisss, como si eso fuera tan fácil, pero NO se puede simplemente volver a empezar, por mucho que me lo aseguren en una misiva en formato correo electrónico.
Ya basta, no me vengan unos y otros con más milongas, me siento manipulada, engañada , incesantemente utilizada, ignorada y sobre todo y principalmente cansada. Estoy cansada de fuegos fatuos, cansada de una sociedad que me destina al ostracismo por mi doble condición de mala española y mala catalana. Mala catalana por negarme a hacer de la defensa de la lengua y la tierra mi máxima, por no creer en la señera como solución a los males endémicos que asolan esta mi sociedad y por defender la integración, la igualdad, que la unión hace la fuerza y que la solidaridad debe primarse en nuestra sociedad sin prejuzgar ni etiquetar en función de la lengua, los origenes o la identidad. Y peor española por mi propia condición de catalana y por esperar del estado español la defensa de la españolidad de mi catalanidad. Por esperar que se asuma , defienda y comparta mis singularidades catalanas en todos los sentidos como parte integral , fundamental e inalienable de la unidad e identidad española. Soy mala española por esperar que el senado sea tan casa mía como lo es de un conciudadano Madrileño. Mala española por exigir no solo una óptima gestión de los recursos en uso en mi comunidad, si no también en la suya y esperar la total y absoluta igualdad de condiciones, servicios, derechos y/u opotunidades en cualquier parte del territorio. Por exigir y esperar que los recursos que aporto al estado español sean utilizados en pro de un beneficio común y compartido y no en pro del uso caciquil del presidente autonómico o local de turno, o en políticas de devengo y subvenciones parasitarias nefastas, destinadas a la total alienación del tejido productivo global o escondidas tras la falta total y absoluta de transparencia y control de la corrupción.
Porque “nadie es mejor que nadie pero tu creíste vencer” dice la canción y es que en esta guerra nadie gana, bueno como en todas en realidad.
O quizás sí, porque a la par que ganar, parece se afianza y aferran a su posición y condiciones privilegiadas todo el establishment político versado y aleccionado en primar el interés del bien del partido y su partitocracia. Una casta que sabe bien enarbolar la bandera y los himnos siempre que la necesidad apriete y como decía mi abuela "se les vea el plumero".
Dios que suplicio este de ser mala ciudadana, que ni contigo ni si ti, ni dentro ni fuera.
Nadie es mejor que nadie, ni yo menos que nadie, que ahí queda.
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