Recientemente me llegaba una vez más uno de esos mensajes de envío masivo en el que se insta a la insurrección y la protesta a través de las urnas,” Quéjate, no votes“ leía entre otras cosas, “Manifiesta tu disconformidad con el silencio”. Bueno no lo escribían exactamente así, los términos eran algo más sonoros y jocosos por así decirlo, pero la idea venía a ser esa.
Me acordé de una obra de teatro que representamos en el colegio cuando yo apenas tendría diez años,”Yo voto por mi” de Martín Baltscheit si mal no recuerdo.
Me acordé de una obra de teatro que representamos en el colegio cuando yo apenas tendría diez años,”Yo voto por mi” de Martín Baltscheit si mal no recuerdo.
“Los animales se preparaban, una vez más, para realizar una votación que parecía democrática en toda regla, pero a la que solo se presentaba el león que, por cierto, siempre ganaba. En un intento por ampliar el abanico de opciones, otros animales se presentan a la campaña electoral y exponen sus programas de gobierno, el resultado no obstante es que no hay un ganador pues todos los candidatos reciben un voto, el suyo propio. La gobernabilidad queda en tela de juicio,y se ven obligados a realizar una segunda votación, en esa ocasión todos los animales envían su voto a perdido, destinándolo a aquel que supuestamente no obtendría ningún voto, el burro. El cual finalmente se proclama ganador por mayoría absoluta”.
Al margen de hacerme recordar el curioso papel que me tocó representar en aquella fábula, yo era la Pantera Rosa guiños del destino supongo,lo interesante es que la obra no está exenta de moraleja de lo más aleccionadora.
Me hace pensar en todos aquellos a los que tan solo oír la palabra “política” se pronuncian con un rotundo “Es que a mi la política no me va”, al más puro estilo canción Julio Iglesias, o incluso afirman con total desapego que “Eso no tiene nade que ver con ellos”.
Pero lo cierto es que quienes se abstienen de votar, no por eso dejan de participar en la sociedad democrática, de hecho lo hacen, y muy mucho supongo a su pesar, a través de los impuestos o del cumplimiento de las leyes y de los reglamentos. Y, sobre todo, a través de su misma abstención: QUIEN CALLA OTORGA; el no votar no tienen por qué ser interpretado como boicotear la democracia (salvo que la votación fuese legalmente obligatoria), sino que incluso podríamos pensar que no votar es confiar en la minoría votante, puesto que asumiremos que los que sí votan, tienen un mejor conocimiento de los problemas que están en juego.
Tremenda faena entonces,aquel que no vota no solo no manifiesta esa posible disconformidad, si no que cede su voz a aquellos que sí votan. Si lo miramos desde esa perspectiva incluso podríamos decir que regalan sus votos a la mayoría de la minoría votante.
Así a voz de pronto, igual esta reflexión puede parecer una optimista estupidez, pero sin ir más lejos en una comunidad de vecinos se toman decisiones importantes,y muchas veces las toman esa pequeñísima minoría que asiste a las reuniones; se supone que los vecinos que no asisten reconocerán tácitamente, sin embargo, las decisiones que adopte la minoría, porque supuestamente confían en quienes se han interesado por acceder a la reunión y discutir el tema.Y en el caso contrario las decisiones se tomarán y ejecutarán igualmente al margen del vecino ausente, el cual por otro lado, tendrá que pagar esas decisiones, ¿O no? , pues no difiere en demasía en nuestra democracia.
Me hace pensar en todos aquellos a los que tan solo oír la palabra “política” se pronuncian con un rotundo “Es que a mi la política no me va”, al más puro estilo canción Julio Iglesias, o incluso afirman con total desapego que “Eso no tiene nade que ver con ellos”.
Pero lo cierto es que quienes se abstienen de votar, no por eso dejan de participar en la sociedad democrática, de hecho lo hacen, y muy mucho supongo a su pesar, a través de los impuestos o del cumplimiento de las leyes y de los reglamentos. Y, sobre todo, a través de su misma abstención: QUIEN CALLA OTORGA; el no votar no tienen por qué ser interpretado como boicotear la democracia (salvo que la votación fuese legalmente obligatoria), sino que incluso podríamos pensar que no votar es confiar en la minoría votante, puesto que asumiremos que los que sí votan, tienen un mejor conocimiento de los problemas que están en juego.
Tremenda faena entonces,aquel que no vota no solo no manifiesta esa posible disconformidad, si no que cede su voz a aquellos que sí votan. Si lo miramos desde esa perspectiva incluso podríamos decir que regalan sus votos a la mayoría de la minoría votante.
Así a voz de pronto, igual esta reflexión puede parecer una optimista estupidez, pero sin ir más lejos en una comunidad de vecinos se toman decisiones importantes,y muchas veces las toman esa pequeñísima minoría que asiste a las reuniones; se supone que los vecinos que no asisten reconocerán tácitamente, sin embargo, las decisiones que adopte la minoría, porque supuestamente confían en quienes se han interesado por acceder a la reunión y discutir el tema.Y en el caso contrario las decisiones se tomarán y ejecutarán igualmente al margen del vecino ausente, el cual por otro lado, tendrá que pagar esas decisiones, ¿O no? , pues no difiere en demasía en nuestra democracia.
Se supone que el sistema democrático se sustenta en el principio de que el poder reside en el pueblo, pero entonces, si así fuera o fuese, ¿Por qué ese pueblo no lo ejerce? ¿Qué lleva a una persona a no hacer uso de su derecho de elegir las personas y alternativas políticas que han de gobernarle?
¿Qué le lleva a votar por una opción política con el solo propósito de no permitir que otra gobierne, pero sin el interés que esa opción votada lo haga?
Si buscamos en los sentimientos que llevan a tomar esa decisión de “la abstención”, nos damos cuenta que la gran mayoría de personas que la ejercen seguramente es debido a que consideran que su capacidad de influir en esos acontecimientos es nula, o sea que incidiendo en una total contradicción, sienten que no tienen ni voz ni voto¿¿??, por lo que su actitud es de pasividad. Las decisiones y tejemanejes de los señores políticos creen les quedan fuera de su alcance por completo.
De igual modo sucede con la percepción generalizada de que son mínimas las posibilidades del ciudadano medio de influir en las grandes cuestiones políticas, y la sensación de que los principales grupos de presión, de éste y otros países, determinan en gran medida las decisiones que se toman sobre temas políticos importantes. Algo así como que esas cosas las deciden unos pocos bien ubicados en el Olimpo.
Eso por no hablar de su capacidad para comprender el mundo político, en ocasiones todo un universo paralelo, completamente desvinculado de la realidad del ciudadano, todo un galimatías a menudo incomprensible.
Al final la no participación electoral en realidad parte de la percepción de no poder incidir en la vida política, como si realmente no tuviera nada que ver con él y a su desinterés por los problemas políticos. Desinterés que supone priorizar la dimensión personal e individual, como si la situación personal de cada uno, no estuviera afectada por las decisiones que se toman sobre la dimensión social, cuando es evidente que no solo afecta si no que resulta determinante. Un falta de interés que se traduce en desinformación, y en un rechazo del mundo político “ni se ni me interesa lo que dicen estos políticos” comentan.
A lo que además se le suma, el agravante de la actual pésima percepción colectiva de la ética del político, permanentemente envuelto en corrupción día sí día también.
Y no obstante, el problema estriba en que si no se ejerce ese derecho, dificilmente podrán tener lugar en la política otras opciones que presentan alternativas claramente diferenciadas, con otra manera de hacer política.El que se abstiene de votar en realidad sí vota, entrega un cheque en blanco a aquellos que elección tras elección repiten y repiten en el mismo juego, aquellos que solamente saben dar la vuelta a la moneda, con el más de lo mismo y el requeté.
Si buscamos en los sentimientos que llevan a tomar esa decisión de “la abstención”, nos damos cuenta que la gran mayoría de personas que la ejercen seguramente es debido a que consideran que su capacidad de influir en esos acontecimientos es nula, o sea que incidiendo en una total contradicción, sienten que no tienen ni voz ni voto¿¿??, por lo que su actitud es de pasividad. Las decisiones y tejemanejes de los señores políticos creen les quedan fuera de su alcance por completo.
De igual modo sucede con la percepción generalizada de que son mínimas las posibilidades del ciudadano medio de influir en las grandes cuestiones políticas, y la sensación de que los principales grupos de presión, de éste y otros países, determinan en gran medida las decisiones que se toman sobre temas políticos importantes. Algo así como que esas cosas las deciden unos pocos bien ubicados en el Olimpo.
Eso por no hablar de su capacidad para comprender el mundo político, en ocasiones todo un universo paralelo, completamente desvinculado de la realidad del ciudadano, todo un galimatías a menudo incomprensible.
Al final la no participación electoral en realidad parte de la percepción de no poder incidir en la vida política, como si realmente no tuviera nada que ver con él y a su desinterés por los problemas políticos. Desinterés que supone priorizar la dimensión personal e individual, como si la situación personal de cada uno, no estuviera afectada por las decisiones que se toman sobre la dimensión social, cuando es evidente que no solo afecta si no que resulta determinante. Un falta de interés que se traduce en desinformación, y en un rechazo del mundo político “ni se ni me interesa lo que dicen estos políticos” comentan.
A lo que además se le suma, el agravante de la actual pésima percepción colectiva de la ética del político, permanentemente envuelto en corrupción día sí día también.
Y no obstante, el problema estriba en que si no se ejerce ese derecho, dificilmente podrán tener lugar en la política otras opciones que presentan alternativas claramente diferenciadas, con otra manera de hacer política.El que se abstiene de votar en realidad sí vota, entrega un cheque en blanco a aquellos que elección tras elección repiten y repiten en el mismo juego, aquellos que solamente saben dar la vuelta a la moneda, con el más de lo mismo y el requeté.
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