Datos personales

lunes, noviembre 19, 2012

¿Y que harás cuando a ti te toque?


Ni por asomo se te ocurra pensar que tu número no está en el bombo o que eso a ti no puede pasarte, porque lo cierto es que la tómbola siempre toca y si no es un pito es una pelota.
A poco que te descuides, en menos de un suspiro tu mundo cambia y te puedes encontrar al otro lado, tu número ha sido el premiado o desafortunado y ya estás entre esos otros a los que nuestra sociedad castiga mirando para otro lado y en un plis, como si tal cosa,  pasas a engrosar una de esas lamentablemente largas y ya famosas listas.De esas que llenan medio millón de personas con sus viviendas desahuciadas, destinadas al ostracismo,endeudados de por vida, embargados y lastrados en perpetua economía sumergida. O esa otra con casi seis millones de desempleados, a la cual muchos llegamos tras un doloroso proceso de despido y/o cese, coacción incluida, lamentable fin para una relación en ocasiones de no poco tiempo, dedicación y esfuerzo.O las más desesperantes de todas ellas, una de esas largas listas de espera por una sanidad moribunda y desangrada, donde se dificulta e impide el ejercicio del derecho cívico de acceso a la asistencia sanitaria. Una sanidad tan opacamente administrada, aquí por la Generalitat de Catalunya, como rebosante de hedor por corrupciones y corruptelas por intereses partidistas en pro de privatizaciones varias y variadas.
Y puede que la culpa sea de tanta peli yanky, por lo contagioso del sueño americano hollywudiense, o puede que sea por esa borrachera postconstitucional que hasta nuestros días llega, pero he crecido creyendo que todos eramos iguales y que todos debíamos tener las mismas oportunidades o como mínimo las mismos servicios sustentados por el estado de derecho incluso perteneciendo a alguna de esas listas.
Supongo he sido una ilusa por tener una ilusión. La ilusión de creer que la igualdad y la libertad soportaban los pilares de la sociedad en la que he vivido. Pringada o mejor dicho pringailla como el que más, yo fuí y me lo creí.
Pero nada más lejos de la realidad, lo cierto es que vivo en una sociedad en la cual se pregona y defiende perversamente el hecho diferenciador por delante de la igualdad de derechos. Que yo también creo que lo original te hace único y cual PIN intransferible, pero ser único y tener identidad propia no implica forzosamente ser mejor por la singularidad o diferenciación como algunos colectivamente creen.
Una sociedad que ha permitido cometer los máximos abusos en nombre de los derechos alcanzados para defender libertades y proteger a aquellos que se encontraban desprotegidos, como la libertad lingüística, la imprescindible protección de la violencia de género,etc…, siendo esta una sociedad decadente que permite en nombre de un digno derecho adquirido cometerse abusos e injusticias y perpetuar la máxima que reza “ la libertad de unos solo empieza donde acaba la de otros”. Apañaos vamos pues si mis derechos solo pueden existir a costa de su ausencia para otros.
Una sociedad en la que se asume y asimila que toda aportación a la misma debe conllevar la misma proporción devuelta al individuo, consagrando de este modo una sociedad clasista en la cual el que más tiene más recibirá y aquel que no tiene así continuará en un arcaico eco cual medievo.
Una sociedad en la que se pregona “que la solidaridad ha de acabar” y en la que la prioridad y el bien a alcanzar son los derechos de un territorio por encima de sus ciudadano e inculca la lucha egoísta por el bien propio o de los tuyos cobijados por una bandera o una lengua por delante del bien común de todos los ciudadanos. O quizás es que además de ver demasiadas pelis yankys también escuché demasiadas canciones hipis y asimilé que una sociedad plural y su mestizaje enriquece aunque solo sea por los principios Mendelianos y me creí incluso que los progresos se alcanzan sumando y uniendo, no fracturando y construyendo fronteras y puertas, que juntos podemos, cooperando y uniendo sinergias e intereses.
En definitiva una sociedad que involuciona a otros tiempos , en los que tu destino y tu vida quedan pues definidos por el lugar y el estrato en el que naces.
O sea, una auténtica mierda de sociedad, donde solo te queda cantar aquello de “que alegría que alboroto otro perrito piloto” mientras la tómbola de la vida rueda y cruzas los dedos porque a ti no te toque.
Y no puedo dejar de escandalizarme y sorprenderme cuando los ecos de los sondeos me cuentan que esa es la sociedad que mis vecinos buscan y anhelan, me pregunto si igual pensarán cuando el número que se cante sea el suyo y ni banderas,lenguas o identidades les eviten pasar a ingresar una de esas listas, esas que sí nos unen y asemejan en la globalización, aunque sea en el padecimiento. Aunque mucho me temo, aun habrá  quien se aferre como consuelo fatuo e inerte en señalar al enemigo fuera o a esos otros con el dedo índice, sin pensar que mientras, sus otros cuatro dedos hacia si mismo señalan..

No hay comentarios:

Publicar un comentario