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lunes, junio 20, 2011

El pez que se muerde la cola, y acaba engullendo y atragantándose con la cabeza.

No me considero una persona especialmente pesimista, aunque sí extremadamente práctica e imperativamente resolutiva. Tengo la manía, obsesión o como quieras llamarle, de no quedarme tranquila hasta que elijo una opción, decisión o vía en la dirección que considere más resolutiva para solventar los problemas contratiempos e infortunios que la vida me depara, “un cul inquiet”, como diríamos por estas lares.Esto en ocasiones me conlleva ciertas dosis de frustración, puesto que a menudo las circunstancias se desarrollan sin dejar margen de acción, dado que los acontecimientos se desencadenan a causa de agentes externos y ajenos a mi misma. Todo y con eso, soy de la opinión que ante la desgracia siempre se puede hacer algo, aunque a veces no siempre lo que quisiéramos.

Pues algo parecido está sucediéndoles a no pocos profesionales autónomos o gerentes de la inmensa red de pymes en nuestro país.
Algo terrible está sucediendo cuando ese trascendental colectivo, que de hecho son la estructura y base real de nuestra economía, está ya tomando la desesperada y dramática decisión de parar su negocio y dejar de trabajar como mal menor.OJO como MAL MENOR¡¡¡

Lamentablemente la política actual de privatizar beneficios y socializar perdidas está conllevando mucho más de lo que aparentemente apreciamos.La realidad es que desde hace ya más de un año o dos, las entidades bancarias no solo han cerrado el grifo, y los créditos no fluyen, NO, lo dramático es que las condiciones crediticias que se venían desarrollando han estado siendo modificadas y endurecidas unidireccionalmente e incluso sin previo aviso.Las directrices establecidas desde sus estructuras son recortar y reducir posibles riesgos de impago.
Nuestros profesionales y Pymes han venido trabajando apoyadas en dinero demorado, como viviendo en un constante cuento de la lechera desde lo indecible, la interminable cadena de pagos se ha estado realizando a cuenta de lo que se ha de cobrar, sustentada en pagarés, pólizas y créditos, todos ellos con su consecuente beneficio e incremento de comisiones e intereses correspondientes para las entidades bancarias, eso sí, magnifico negocio mientras el ciclo fluía.
La cadena en ocasiones realmente interminable ha estado subsistiendo e incluso permitió recoger en pequeñas inversiones y rincones a este colectivo hasta la aparición de la no poco denostada Crisis financiera.
La señal de alarma se activa, y a partir del receso colectivo, las producciones y ventas decrecen y no obstante la mayoría de pagos no lo hacen proporcionalmente, la subsistencia se hace difícil y dura, llegado ese momento,nuestras Pymes deben enfrentarse además a dos circunstancias trascendentales.
Por un lado, ese margen o colchón de demora se estrecha o adelgaza abruptamente. Las entidades bancarias sin distinción ni personalización reducen sus condiciones, las pólizas no son renovadas, o son reducidas sin previo aviso, los pagares dejan de ser aceptados y la negociación se endurece sin posibilidad alguna de redirección. Encontrándose en ese momento con la difícil situación de hacer frente a pagos sin disponer de modo alguno para hacerlo, muchos optan, con la vana esperanza de capear el temporal e intentando no perder todo el trabajo realizado durante medía vida, por meter mano y recapitalizarse con esas pequeñas inversiones o recursos familiares. Pero la situación no mejora y todo se exprime y evapora.
La segunda circunstancia que definitivamente da el toque de gracia, se desencadena por ese pregonado y erróneo concepto colectivo del lento pagador pero fiable que creíamos era la administración. En no pocas ocasiones había escuchado la creencia de que tener como cliente al estado era garantía de cobro, aunque fuera demorado. Agente sumamente responsable de ese universo de cobros en demora que viene existiendo desde ni recuerdo cuando, ha empezado a convertirse en el deudor por denominación, no solo no cumplen sus plazos de pago, si no que simplemente están empezando a directamente no pagar.
Tal circunstancia junto con el grifo cerrado de las entidades financieras ha hecho que esperpénticamente sean en su mayoría los profesionales y pymes los auténticos crediticios de nuestro estado.
La cadena crece y se desencadena en impagos irresolubles, inversiones perdidas y negocios apoyados en la nada, llegado ese momento, o mejor dicho ESTE momento, la decisión que están tomando es innegablemente la de PARAR, para dejar de endeudarse y detener una cadena de imposible solución.
La realidad es que prefieren dejar de trabajar que seguir en esa huída hacia delante a ninguna parte.

Realmente la situación es absolutamente insostenible y la responsabilidad de la administración y las entidades financieras innegable.
Es un enorme pez que empezó comiendose la cola y a estas alturas ya tiene su propia cabeza atragantada¡¡

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