Vaya por delante que no me considero españolista, ni catalanista, soy una simple ciudadana, sin problemas de identidad pese a quien le pese, bilingüe y defensora a ultranza, de las libertades individuales, la igualdad de derechos, oportunidades y condiciones. A mi tampoco me gusta el uso del odio y la confrontación hacia Cataluña, su lengua y su cultura, puesto que es la mía propia, ni me gusta la crispación, ni el uso del conflicto ni la discusión con fines electoralistas. Nadie puede o debe tejer el traje de la ideología que tenemos, las etiquetas deben servir para poder orientarnos a la hora de comunicarnos cuando queremos tener referentes comunes pero no nos deben atar y delimitar en cajones estancos.
Soy de la opinión que la prioridad de un gobierno ha de ser velar por los ciudadanos, no los territorios, asegurar los mismos derechos y condiciones residan donde residan, y sean quienes sean, y de igual modo considero que mi identidad la confluyen principalmente mis experiencias acumuladas a lo lardo de mi vida y no la lengua en que las expreso o el territorio en el que vivo.
Soy una ciudadana cansada y preocupada por la realidad que me rodea, y no solo cansada y preocupada si no que incluso en ocasiones desalentada.
Desalentada por un futuro nada halagüeño y una realidad social presente en permanente deriva. Y no obstante me niego a sucumbir ante el síndrome de impotencia aprendida, del individuo que frente a la adversidad, puede llegar a aprender a rendirse y renunciar a luchar condicionado por el hastío.
Y por ello sigo creyendo que la democracia es la forma política más colectiva e inclusiva que actualmente disponemos, y si la política es la gestión colectiva del bien común, toda implicación en la construcción del bien común, de aquello que es de todos, va a ser democracia. Y de igual modo que todos y cada uno de nosotros gestionamos como buenamente podemos nuestra vida privada, debe existir un espacio colectivo donde gestionar la vida común. Dar la espalda a ese hecho es más que evidente que no nos puede llevar a buen puerto.
Y dado que Muchas de las controversias políticas actuales me resultan ajenas y extrañas, y nada tienen que ver con mi día a día, con poder conservar mi puesto de trabajo, con poder recibir un tratamiento médico adecuado con diligencia y prontitud, con lidiar con el fracaso escolar de nuestros hijos y su desencanto absoluto, con no sentir que los frutos de mi trabajo se exprimen en cuotas, pagos, multas para mantener una administración pueril e inoperativa. Doy un paso al frente y aporto mi granito de arena para incidir, representar y alcanzar un cambio en esa situación.
Puesto que el primer paso para conseguir un cambio real en nuestra sociedad y en la vida política de nuestro país pasa por dejar de creer que no se puede hacer nada, que nuestra capacidad de influir en las decisiones políticas es nula, dejar de pensar que no va con nosotros o pensar que no tenemos ni voz ni voto, y pasar a la acción. Porque “mica en mica s´omple la pica”, empezando precisamente por ejercer nuestro derecho a voto, optando por aquellas opciones que actúan,proponen, presentan enmiendas e intervenciones con las que podemos estar en sintonía. Opciones políticas donde los responsables políticos como gestores del bien común , conozcan la realidad que les rodea, con parámetros objetivos, siendo capaces de conocer y escuchar las diferentes propuestas de la ciudadanía, sus necesidades y conflictos, para a partir de ahí, ser capaces de ir construyendo alternativas y trabajando para hacer que las propuestas se hagan realidad, y eso solo es posible disponiendo de complicidad con la ciudadanía, y compartiendo las propuestas colectivas. Pensando en el futuro, propuestas sin miedos y hechas con rigor, fundamentadas, argumentadas, y UPYD es un claro ejemplo de ello. Un partido que es capaz de hablar “clar i catalá”, sin complejos, prejuicios, ni tapujos.
Es el momento de dar paso a alternativas políticas, libres de hipotecas e intereses generados en años de influencias, pactos, débitos y compromisos de toda índole. Para aquellos que creen que el fin justifica los medios deben saber que siendo así, los medios acaban modificando el fin e inevitablemente perdiéndose en el camino.Es tiempo de regeneración democrática teñida de magenta.
Soy de la opinión que la prioridad de un gobierno ha de ser velar por los ciudadanos, no los territorios, asegurar los mismos derechos y condiciones residan donde residan, y sean quienes sean, y de igual modo considero que mi identidad la confluyen principalmente mis experiencias acumuladas a lo lardo de mi vida y no la lengua en que las expreso o el territorio en el que vivo.
Soy una ciudadana cansada y preocupada por la realidad que me rodea, y no solo cansada y preocupada si no que incluso en ocasiones desalentada.
Desalentada por un futuro nada halagüeño y una realidad social presente en permanente deriva. Y no obstante me niego a sucumbir ante el síndrome de impotencia aprendida, del individuo que frente a la adversidad, puede llegar a aprender a rendirse y renunciar a luchar condicionado por el hastío.
Y por ello sigo creyendo que la democracia es la forma política más colectiva e inclusiva que actualmente disponemos, y si la política es la gestión colectiva del bien común, toda implicación en la construcción del bien común, de aquello que es de todos, va a ser democracia. Y de igual modo que todos y cada uno de nosotros gestionamos como buenamente podemos nuestra vida privada, debe existir un espacio colectivo donde gestionar la vida común. Dar la espalda a ese hecho es más que evidente que no nos puede llevar a buen puerto.
Y dado que Muchas de las controversias políticas actuales me resultan ajenas y extrañas, y nada tienen que ver con mi día a día, con poder conservar mi puesto de trabajo, con poder recibir un tratamiento médico adecuado con diligencia y prontitud, con lidiar con el fracaso escolar de nuestros hijos y su desencanto absoluto, con no sentir que los frutos de mi trabajo se exprimen en cuotas, pagos, multas para mantener una administración pueril e inoperativa. Doy un paso al frente y aporto mi granito de arena para incidir, representar y alcanzar un cambio en esa situación.
Puesto que el primer paso para conseguir un cambio real en nuestra sociedad y en la vida política de nuestro país pasa por dejar de creer que no se puede hacer nada, que nuestra capacidad de influir en las decisiones políticas es nula, dejar de pensar que no va con nosotros o pensar que no tenemos ni voz ni voto, y pasar a la acción. Porque “mica en mica s´omple la pica”, empezando precisamente por ejercer nuestro derecho a voto, optando por aquellas opciones que actúan,proponen, presentan enmiendas e intervenciones con las que podemos estar en sintonía. Opciones políticas donde los responsables políticos como gestores del bien común , conozcan la realidad que les rodea, con parámetros objetivos, siendo capaces de conocer y escuchar las diferentes propuestas de la ciudadanía, sus necesidades y conflictos, para a partir de ahí, ser capaces de ir construyendo alternativas y trabajando para hacer que las propuestas se hagan realidad, y eso solo es posible disponiendo de complicidad con la ciudadanía, y compartiendo las propuestas colectivas. Pensando en el futuro, propuestas sin miedos y hechas con rigor, fundamentadas, argumentadas, y UPYD es un claro ejemplo de ello. Un partido que es capaz de hablar “clar i catalá”, sin complejos, prejuicios, ni tapujos.
Es el momento de dar paso a alternativas políticas, libres de hipotecas e intereses generados en años de influencias, pactos, débitos y compromisos de toda índole. Para aquellos que creen que el fin justifica los medios deben saber que siendo así, los medios acaban modificando el fin e inevitablemente perdiéndose en el camino.Es tiempo de regeneración democrática teñida de magenta.